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domingo, 29 de marzo de 2009

CAZANDO NUBES

Quizás sea porque me he pasado media vida dentro de las cuevas, pero me gusta mas sacar fotos en el interior que en el exterior. Me explico. Dentro las cavidades reina la mas absoluta de las oscuridades y, aunque parezca una pega, es todo lo contrario. La luz la ponemos nosotros donde y cuando queramos. Me vuelvo a explicar. Supongamos que queremos fotografiar una gran sala llena de concreciones y, echándole mas imaginación, hasta con un río subterráneo. Como está oscuro podemos dejar abierto el obturador de la cámara todo el tiempo que queramos (posición B). Tapamos el objetivo y colocamos las fuentes de luz donde nos dé la real gana y destapamos lo anteriormente tapado. Dejamos que se exponga la película o el sensor digital el tiempo que creamos conveniente y lo volvemos a tapar. Como la sala es enorme no la hemos podido iluminar enteramente por lo cual desplazamos las fuentes de luz a otras zonas y volvemos a destapar el objetivo. Repetimos estos pasos todas las veces que hagan falta hasta conseguir que la enorme sala quede totalmente iluminada a nuestro gusto y finalmente cerramos el obturador. La foto resultante ha quedado espléndida. Como somos los dueños y señores de la luz, hemos puesto poca en los sitios estrechos y mucha en los grandes sitios. Hemos incluso hecho un barrido de luz con un foco a las paredes de la gran sala para que queden plasmadas en la foto. Las luces las hemos colocado de tal manera que también somos los dueños de las sombras, dirigiéndolas hacia donde creamos conveniente o incluso suprimiéndolas si ese es nuestro deseo.

Pero también hay una parte negativa, siempre hay una parte negativa, y es el peso que tenemos que trasladar, en forma de baterías y focos, a las profundidades. Pero merece la pena.



En cambio en el exterior la luz viene hecha. Apenas podemos jugar con ella. Si el día es soleado y encontramos una posible foto justo al mediodía tenemos dos opciones. La primera es esperar al atardecer, siempre que sea posible, para que el sol se relaje un poco, o la segunda opción es, casi seguro, darte por jodido.

Si exceptuamos las primeras horas del amanecer y las últimas del atardecer, la luz solar directa es muy agresiva fotográficamente hablando. Son horas de fuertes contrastes y profundas sombras que debemos usar con moderación ya que la cámara, en especial si es digital, no será capaz de conseguir la exposición correcta para todas las partes de la foto, quedando algunas zonas oscuras y otras demasiado claras. Para solventar este "problema" se pueden sacar fotos HDR (alto rango dinámico) pero esto es otra historia y ya lo comentaré algún otro día.



Personalmente me gusta hacer fotos con días nublados. Primeramente por el motivo que he descrito arriba y por otro porque me parece que un cielo complétamente azul es como un gran escenario donde falta el decorado y los actores. Es un trozo de fotografía vacío. O tal vez sea porque soy un verdadero fanático de cúmulos, estratos, cirros y demás formaciones de nubes.
El año pasado, entre los meses de Mayo y Julio, me dediqué a fotografiar exhaustivamente toda la costa entre Deba y Zumaia. Me puse la condición que en las fotos tenían que estar presentes las nubes, cuanto mas bonitas mejor, para que la pugna de belleza entre el agua, la tierra y el aire quedase en un perfecto empate. Dicho y hecho me pasé esos tres meses mirando por la terraza de mi cocina (se ven las nubes costeras) en busca de tan preciadas masas de agua. Cuando llegaban me cogía la cámara a toda leche y por la "astopista" llegaba al lugar elegido y, en menos de media hora ya estaba gastando pilas. Si coincidía la marea baja bajaba hasta el agua, y si estaba alta o subiendo me quedaba por encima de los acantilados.
El 18 de Junio del año pasado publiqué una entrada en este blog con título UNA DE GEOLOGÍA que tiene una pocas fotos de éstas.
Las fotos que están abajo forman parte de dicha colección, pero solo he puesto en las que verdaderamente la tierra, el mar y el aire están en un amistoso empate.



















































































































































































































































Para notar las verdaderas dimensiones de los ojos hay que fijarse en la persona que está aproximadamente en el centro de la fotogrfía.















































Esta foto y las dos siguientes han sido posibles gracias a Iñaki que se ofreció amablemente, y con su velero salimos a la mar a, como decíamos antes, gastar carretes.



























































































































































































































































Las siguientes fotografías las realizó Aitor, mi hijo, compañero de aventuras y alumno aventajado en cuestiones fotográficas.
































Hace unos meses Iñaki me pidió, para un regalo, una gran ampliación de una de estas fotos. Le dejé un CD para que los futuros poseedores de la obra de arte eligiesen la que mas les gustase. Y ¡¡Sorpresa!! van y eligen una que había hecho Aitor. Mi ego quedó por los suelos, pero siempre me queda el consuelo de que tiene un buen maestro....









FIN

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